A nadie le gusta escuchar sus defectos, ver como la gente a la que más quieres te tira a la basura como si fueras cualquier objeto pequeño, frágil e inútil.
No nos gusta equivocarnos, ni decepcionar, pero es algo inevitable, forma parte de la vida, vivir es sufrir, llorar, arrepentirse, tropezar...
Y no es malo, es imprescindible, es lo que nos hace madurar, lo que nos hace ver la realidad, y darnos cuenta de que la mejor ayuda y lo mejor que tenemos es a nosotros mismos.
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